Los vientos son los que me llevan, y son los mismos vientos los que me traen de vuelta. Surco estos cielos desde hace tiempo, en un ciclo que tanto yo como los míos nos vemos incapaces de abandonar, donde el antiguo e inmenso bosque es el comienzo, pero también es el final. Partimos desde las copas de los árboles más altos, agitando las alas con entusiasmo mientras nuestras crías se esfuerzan por levantar el vuelo y sentirse libres y adultas; pero, pequeños míos llenos de ilusión y ganas, este es un mensaje para vosotros, pues no os debéis de sentir tan llenos ni esperanzados por el vuelo ni por el viaje. Desde hace un tiempo, la masa verde ya no es infinita, pero tampoco abundante; ni siquiera es verde. Nuestros árboles, nuestros hogares, desaparecen de la noche a la mañana con la misma rapidez que el viento nos impulsa en las tardes de primavera. Vosotros, jóvenes en alma y alas, no os dais cuenta. Cuando partáis y el viento os terse el plumaje, cuando sintáis el peso de la libertad bajo vuestras alas, disfrutaréis de la vida y del viaje, sí; pero cuando volváis, y veáis que aquellos que no poseen la capacidad de volar, y por tanto de la verdadera libertad, hayan cortado vuestra casa o quemado vuestro hogar, pensaréis en mí y me daréis la razón.
¡Cuánto añoraréis el hogar que ahora tanto ansiáis dejar atrás!
Recordad lo que os digo, pues no sé si seguiré aquí cuando el viento os guíe en el camino de vuelta. Si no lo hacéis y mis palabras caen en el olvido, sentiréis un vacío inexplicable, lleno de nostalgia y pérdida. Sentiréis, desde el pico hasta el estómago, la fría sensación de la muerte de nuestra especie.


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